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“En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo, pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado…Así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas” (E. M. Cioran)
Sin duda alguna es normal que los seres humanos sintamos miedo al contagio de los virus, sobre todo cuando se trata de virus desconocidos para los que no se tiene la vacuna adecuada en el momento en que se comienzan a manifestar síntomas y al mismo tiempo consecuencias que pueden ser letales. El reciente brote del virus de la gripe A H1N1 en un país latinoamericano y que se ha extendido a otras latitudes ha hecho saltar las alarmas en el planeta, sobre todo en los países del mundo avanzado tecnológica y económicamente, los países ricos y poderosos según el canon occidental, para entendernos. La OMS (Organización Mundial de la Salud) ha hecho bien, sin duda, tratando de coordinar información y aconsejando formas básicas de preservación, etc. Es loable y tranquilizador que ya estén en marcha la investigación y posterior fabricación de vacunas que, parece ser, pronto estarán listas y seguramente, ya puestos (no viene mal conciliar lo útil con lo agradable), contribuirá también al lucrativo negocio de las grandes empresas farmacéuticas. En todo caso no se trata de hablar de negocios en este artículo. Se trata de hablar de virus, pero de otro tipo, virus que están más extendidos y son más letales pero cuya sintomatología es menos manifiesta, aunque, insisto, más dañina para el ser humano. Me refiero a los virus ideológicos.
Una de las características de la posesión ideológica es que el poseído por una ideología no lo nota. Me explico, cuando uno está poseído por una ideología (un sistema de ideas) es esa ideología la que ejecutando su programa hace ver el mundo y al mismo tiempo actuar en el mundo de una determinada manera al sujeto que, en realidad se ha convertido en un sujeto sujetado por la idea, la creencia, el mito, etc. Hasta tal punto tienen poder de transmisión infecciosa las ideologías, hasta tal punto nos pueden cegar o entorpecer la visión, que podemos afirmar que bajo el pesado manto ideológico de muchas doctrinas que pasan por conocimiento cierto lo empírico no prueba nada. Sin duda alguna y con razón, por ejemplo, nos preocupa la enfermedad provocada por el
virus del SIDA que, efectivamente, mata a muchísima gente al día sobre todo en las partes más empobrecidas del mundo, en cambio no nos preocupa y debería ser más preocupante la o las ideologías que aconsejan el no uso del preservativo en defensa de determinadas creencias lamentablemente muy extendidas. Seguir leyendo →